Hace 2500 años, el reino de Bandara era famoso por ser cuna de filósofos y de profetas. Bandara se situaba al norte de la India, al pié de “Las montañas del cielo” (el Himalaya)
Y el río Indo Lamía. Este reino era un lugar de paso casi obligado para numerosos viajeros, lo que explica la riqueza de su cultura y pensamiento. Persas, armenios y chinos eran frecuentemente acogidos en este reino. Numerosas corrientes filosóficas y religiosas convivían, pues en el singular reino el “deporte nacional “era el debate y el diálogo. Grandes filósofos surgieron allí, pero tal efervescencia de pensamientos también dio lugar a algunas situaciones y anécdotas un tanto absurdas, como la que se cuenta de “los dos filósofos y el pastor” Parece ser que una fría mañana invernal, un filósofo caminaba por una colina, totalmente absorto en sus pensamientos. Una trascendental cuestión se planteaba en su cabeza: descubrir cuál era el misterio de la muerte. Mientras andaba, distraído, casi tropezó con un viejo ermitaño que meditaba semidesnudo sentado en el frío suelo. Tras las disculpas y saludos de rigor el filósofo se sentó junto al anacoreta para hablar, éste preguntó al filósofo qué buscaba en tierras tan solitarias, cuando el otro le dijo que estaba reflexionando sobre el misterio de la muerte, hizo un gesto de burla y respondió: “Yo busco la fuente de la eterna juventud. Eso sí que es importante; he escuchado cientos de leyendas al respecto, he observado la naturaleza y los astros y todo apunta a que se halla por aquí cerca”
Entonces cada uno pensó que el otro carecía de grandes conocimientos y de planteamientos importantes, y comenzaron a discutir acaloradamente, acusándose mutuamente de miopía intelectual. “Tu búsqueda es absurda, decía el filósofo. Buscar la eterna juventud es como correr tras del viento. En cambio, lo que sí es posible es intentar desentrañar el misterio de la muerte” “¡Sandeces! Respondía el irritado ermitaño. ¿Acaso crees que un joven le importa algo la muerte? Los jóvenes nunca piensan en ella, y eso es lo más sano que hay” “¡pero deja de engañarte! Gritaba el filósofo, un tanto exaltado ya. Lo joven se define en contraste con lo viejo, por lo que no hay uno sin lo otro, de lo que deducimos que la eterna juventud no es más que una quimera inalcanzable. Pero la muerte… ese gran misterio, el final y principio de todo”
“Pero la muerte no es más que ausencia de vida, replicó con furor contenido en anacoreta, ¿Cómo pretendes, pues, desentrañar el misterio de la muerte sin comprender la vida ni la juventud, que es la única plenitud de la vida antes de difuminarse en la vejes, que es la lenta agonía hacia la muerte?” Y así los dos sabios se enlazaron en una complejísima discusión metafísica y existencial, en un auténtico duelo verbal en el cual cada uno asestaba terribles mandobles retóricos a las teorías del otro. En esto, llegó a la colina un pastor rodeado de lanudas ovejas. El buen hombre se sentó a descansar mientras sus animales rumiaban pacientemente en los pastos del lugar. Sacó una flauta y se prestaba a derramar su dulce música por los campos cuando llegó a sus oídos el filosófico griterío de la discusión. El pastor se dirigió hacia la singular pareja de sabios, y se escuchó desde la distancia sus intrincados razonamientos. Al cabo de unos minutos se acercó y les dijo: “Amigos míos, aunque no los entiendo demasiado, me parece que ambos hablan de lo0 mismo. El problema es que utilizan palabras diferentes. El que encuentra la eterna juventud desentrañará el misterio de la muerte, y viceversa. Vuestra búsqueda es la misma, así que pueden dejar de discutir y comenzar a compartir sus conocimientos. Y el pastor se despidió con un “Hasta pronto sabios”… cargado de ironía. El filósofo y el ermitaño se miraron sorprendidos, sin saber que decir. Tras un momento de molesto silencio ambos se echaron a reír y dijeron al unísono: “Bien, ¿por qué no buscamos juntos?”
Hasta la próxima y recuerden: “SI CERRAMOS LAS PUERTAS A TODOS LOS ERRORES, TAMBIEN LA VERDAD SE QUEDARÁ FUERA” (Tagore)
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