domingo, 30 de enero de 2011

CIENTOS DE SEGUIDORES DEL TATIC DESFILAN PARA VER SU SEPULCRO


Elio Henríquez

Cientos y cientos de personas han desfilado por la Catedral de San Cristóbal para ver el sepulcro en el que fue colocado el cuerpo del obispo emérito Samuel Ruiz García, fallecido el lunes pasado en la ciudad de México.

Desde las primeras horas del martes en que el cadáver fue traído esta ciudad, miles y miles de personas desfilaron para verlo en el féretro y darle el último adiós.

El prelado, quien el 3 de noviembre pasado había cumplido 86 años de edad, fue sepultado el miércoles a las 2 de la tarde, después de una misa de cuerpo presente en la Plaza Catedral , presidida por el Nuncio Apostólico, Christopher Pierre, quien leyó un breve mensaje con las condolencias del Papa Benedicto XVI.

Miles de personas que asistieron al sepelio abarrotaron la Plaza Catedral y lo despidieron con el grito de “Tatic vive, la lucha sigue” y “queremos obispos al lado de los pobres”.

Entre acordes de la marimba de los hermanos Díaz López que lo acompañaba en sus misas especiales, el cuerpo fue llevado por familiares, obispos y sacerdotes a la cripta ubicada en el presbiterio al finalizar la celebración.
Como acostumbraba en muchas de sus misas, en la celebración de cuerpo presente en la Plaza Catedral –a la que asistieron una decena de obispos, entre ellos Alvaro Ramazzini, de San Marcos, Guatemala y Arturo Lona, emérito de Tehuantepec, Oaxaca, amigos de Ruiz García y más de medio centenar de sacerdotes—, se incluyeron elementos autóctonos como la lectura del evangelio en tzeltal y tzotzil, las dos lenguas más importantes de Chiapas, así como las peticiones en chol, tojolabal y zoque, además del quiché guatemalteco.
Eran las 11.40 horas cuando el sacerdote jesuita Pedro Arriaga, vocero de la diócesis, anunció a quienes continuaban haciendo fila en la catedral para ver por última vez al Tatic (padre, en tzeltal), que se cerraría el ataúd.
En medio de aplausos, de llanto y del sonido del caracol que se utiliza en las ceremonias tradicionales, fue cerrado el féretro, y a las 12 horas en punto fue llevado del templo a la Plaza Catedral por sacerdotes que trabajaron con el prelado, como Jesús Landín, Ramón Castillo y Jerónimo Hernández.
El cuerpo del obispo fue vestido con una sotana blanca y se le pusieron la mitra y la estola con bordados tzeltales que hace un año le regaló la diócesis por sus bodas de oro episcopales.
“Tatic, amigo, el pueblo está con tigo”, se escuchó de entre la multitud. Sobre la caja de color café, protegida por una valla humana, fueron colocados una Biblia, un ramo de flores blancas y amarillas y un reboso blanco con adornos bordados en color rojo, de los que usan las indígenas del municipio de Chenalhó.
Al concluir a las 14 horas la celebración religiosa, el grupo musical de los hermanos Díaz López, que durante los últimos 25 años acompañó con su marimba al obispo en misas especiales, tocó la canción La conquista del paraíso, de Vangellis.
En medio del tono fúnebre el féretro fue llevado a la cripta por sacerdotes, familiares y obispos y se cerró el templo. Los miles que estaban en la plaza, pudieron ver los detalles de cuando fue sepultado por medio de una pantalla que transmitía en vivo.
Durante la misa de cuerpo presente la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), afirmó que el prelado originario de Irapuato, Guanajuato, fue “promotor incasable de la paz y voz clara de la justicia y no desfalleció en los momentos difíciles demostrando en quién había puesto su confianza”.

Por esta razón, abundó, “hoy los obispos de México elevamos nuestra acción de gracias y nuestra oración junto con todos ustedes para que este trabajo plantado y edificado en el nombre de Dios siga dando frutos de vida cristiana y se consolide en la práctica pastoral la enseñanza social de la iglesia e influya como levadura en la transformación social que necesita nuestra patria”.

En la carta firmada por su presidente, Carlos Aguiar Retes y leída por el vicepresidente, Rogelio Cabrera López, arzobispo de Tuxtla Gutiérrez, la CEN manifestó que el Tatic fue “siempre reconocido por su adhesión a Cristo y por el compromiso fiel con los más necesitados; vivió en cada momento su lema episcopal: plantar y edificar”, que adoptó hace 51 años cuando fue consagrado obispo de San Cristóbal.

“Sin duda que habiendo sido consagrado obispo un 25 de enero de 1960, fiesta solemne de la conversión del apóstol San Pablo, siguió su ejemplo para convertirse él también en discípulo misionero, para llegar no sólo a las comunidades más lejanas sino, sobre todo, al corazón de hombres y mujeres que vieron en él a un hombre de Dios”, añadió.

Aseveró que su experiencia y amor eclesial “se vieron reflejado en sus aportes en las sesiones del Concilio Vaticano II, en las participaciones de la CEM , en el Consejo Episcopal Latinoamericano, en sus liderazgo para promover la paz y los derechos humanos en México y en sus ponencias a nivel internacional siempre en clave de amor y reconocimiento al prójimo”.
Su sucesor, Felipe Arizmendi Esquivel, sostuvo que don Samuel dejó sembradas muchas semillas en cada corazón, como la promoción integral de los indígenas para que sean sujetos en la Iglesia y en la sociedad; la opción preferencial por los pobres y la liberación de los oprimidos; la libertad para denunciar las injusticias ante cualquier poder arbitrario; la defensa de los derechos humanos; la inculturación de la Iglesia y la promoción de la dignidad de la mujer y de su corresponsabilidad en la Iglesia y en la sociedad; la teología India y el diaconado permanente, entre otras.
Recordó que hace un año al celebrar en la misma Plaza Catedral el 50 aniversario de su consagración episcopal Ruiz García dijo que “será el juicio final ante el cual tengamos que dar las respuestas por nuestra vida de servicio, para ver si en la vida fuimos verdaderamente insertos en la masa y sal que trató de darle sabor al mundo, o si nos convertimos en algo carente de sabor para ser tirado y pisoteado en las calles”.
Dirigiéndose al ataúd donde reposaba su cuerpo, abundó: “Sí, será el juicio final el que nos dé la justa medida a cada quien, pero las filas interminables de quienes han querido darte su último adiós en tu féretro en estos dos días, sobre todo de tantos indígenas, mujeres y marginados, nos dan el juicio de los pobres. Su deseo y su empeño espontáneo y multitudinario de querer estar cerca de ti por última vez, nos demuestran claramente que fuiste luz y sal que trató de darle sabor al mundo, y que nos dejas un testamento y una herencia que debemos conservar y renovar”.
Luego agradeció a Dios y a su antecesor por su “compromiso liberador de las cadenas que por siglos han esclavizado a la mayoría de los hermanos indígenas”, así como por sus “permanentes denuncias proféticas contra las situaciones injustas que han padecido nuestros pueblos, no sólo en Chiapas y en México, sino en las estructuras globales generadoras de injusticia e inequidad en todo el mundo”.
Siempre dirigiéndose al Tatic, continuó: “Tu trabajo, tus intuiciones, tu caminar, no se han perdido. Hay cambios en los estilos y acentos pastorales, pero queremos que el espíritu no se pierda, sino que se mantenga firme y siga dando buenos frutos, cosa que no depende sólo ni principalmente de los obispos, sino de toda la comunidad diocesana, que es tan diversa y heterogénea en sus etnias, en sus culturas y en sus expresiones eclesiales”.
Después del sepelio y del retiro de los familiares, de los obispos, sacerdotes y del gobernador Juan Sabines Guerrero, se abrieron las puertas de la catedral, y nuevamente se formó una larga fila para ver el sitio —y en muchos casos rezar— en que fue sepultado quien fuera obispo de San Cristóbal de 1960 al 2000. Junto al ataúd fueron colocadas las cenizas de su hermana Luz María –Luchita—, quien el pasado 20 de enero cumplió seis años de muerta.
Desde ese día no han cesado las visitas al sepulcro todos los días y a toda hora. Muchas personas vienen de otras partes del estado y del país y del extranjero. Muchos se hincan en los reclinatorios colocados a dos metros, se santiguan y reza una oración. El sitio está inundado de flores –muchas coronas y ramos permanecen distribuidas en los demás espacios de la Catedra —y en medio fue colocada una fotografía de Don Samuel, tomada hace ya varios años. Es de suponerse que las visitas a la tumba del llamado obispo de los pobres se mantendrán permanentemente.

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