María del Carmen Franco García
Sin duda el propósito es evadir, anestesiar, paliar por lo menos temporalmente los problemas que cotidianamente enfrentamos. Se trata de encontrarse en medio de la multitud y sentirse parte de ella. Para muchos existe la necesidad de identificarse como parte de una sociedad; de que nuestros descendientes se reconozcan como mexicanos. Seguir la tradición de la fiesta es importante, sin embargo se degrada año con año la manera de conmemorar acontecimientos históricos tan importantes como los que son marcados por el calendario como “fiestas patrias”.
Para comenzar, sobrada razón tienen quienes afirman que es mucho más adecuado conmemorar (no celebrar) la independencia no cuando se marca el inicio del proceso (1810) sino cuando se marca el fin (veintiún años después) que sería cuando se consuma la lucha por la independencia. Algunos historiadores han ejemplificado esta conmemoración comparándola con el supuesto de que festejáramos nuestro cumpleaños con la referencia del día en que fuimos concebidos en vez del día en que nacimos.
Sin embargo, el señalamiento anterior pierde importancia cuando la costumbre ha marcado una tradición. Lo importante es ahora que las mismas autoridades en este municipio han perdido el verdadero sentido de tan relevantes conmemoraciones. Saben bien que el pueblo está cada vez más preocupado, angustiado, deprimido, enojado, hastiado. Que el pueblo necesita paliativos y medios para desahogarse antes de que reviente. Y para ayudarle a ahogar las penas hay que darle alcohol y música, de preferencia música que motive a la enajenación. Aunque por lo menos aquí en la localidad en esta ocasión no lograron traer al grupero que pretendían y que seguramente hubiese motivado a otro tipo de público y a mayor euforia violenta. En esta ocasión el corazón de la ciudad estaba tapizado de grandes envases de cerveza de la firma que más pagó para poder desplegar la venta de la bebida en el mismo parque central. Son negocios municipales.
La anterior disposición es diametralmente contraria a lo dispuesto oficialmente en la capital del país y que fue replicado en otros municipios para evitar la violencia y la degradación de este acto cívico, que fue la prohibición de la venta de bebidas alcohólicas en las tiendas mas no en los restaurantes o bares; esto con el fin de evitar el consumo de alcohol en plena calle, actitud que provoca el vandalismo y el desorden, principalmente en la ciudadanía joven. Aquí no solamente se permitió la venta de bebidas embriagantes en las tiendas, sino que fue ofrecida a todo el público, sin restricción alguna en pleno parque central; situación que aprovecharon los jóvenes principalmente.
Para las autoridades locales poca importancia tuvo el fomento de los valores cívicos, del patriotismo, de la conciencia social. Nada hubo que hiciera recordar a nuestros jóvenes la trascendencia de la lucha por la independencia ni que promoviera el amor por nuestra patria. Más importante ha sido lograr que se enajenen. Que no piensen a fondo para que no cuestionen. Las mismas autoridades practican la misma forma de enajenación. Como hecho insólito se vio en el centro de la ciudad a un grupo pequeño de jóvenes que con pancartas de protesta por los festejos del bicentenario y en contra del gobierno federal.
El Distrito Federal fue ejemplo de trabajo creativo por una cultura patriótica. El desfile del bicentenario fue bien logrado, ilustrativo y artístico. La variedad de músicos artistas que se presentó en el centro histórico, en su mayoría fueron de gran calidad. Aproximadamente un millón de personas disfrutaron de esta actividad sin consecuencias negativas importantes. Fue gratificante observar entre el desfile una colorida comparsa de chiapanecas y de parachicos bailando, precedidos por un carro alegórico que llevaba una réplica del kiosco del parque de la marimba de Tuxtla Gutiérrez y sobre él, un grupo marimbístico interpretando “Las Chiapanecas”. Bello cuadro.
Necesitamos una mayor conciencia de nuestras autoridades para que nos ofrezcan menos enajenación y más cultura. Merecemos un mejor nivel de trato. Estamos en un municipio que es cuna de la cultura de Chiapas y un destino turístico de gran importancia. Con cada acto público queda muestra de quienes somos como población y de qué tipo de autoridades nos gobiernan. Urge cuidar ese aspecto que es fundamental aunque no quieran darle la importancia que merece. Se trata de nuestra esencia, de nuestra identidad como Mexicanos y Chiapanecos, pero principalmente como Sancristobalenses, lo cual debe ser motivo de orgullo colectivo y no de excesos masivos.
Para comenzar, sobrada razón tienen quienes afirman que es mucho más adecuado conmemorar (no celebrar) la independencia no cuando se marca el inicio del proceso (1810) sino cuando se marca el fin (veintiún años después) que sería cuando se consuma la lucha por la independencia. Algunos historiadores han ejemplificado esta conmemoración comparándola con el supuesto de que festejáramos nuestro cumpleaños con la referencia del día en que fuimos concebidos en vez del día en que nacimos.
Sin embargo, el señalamiento anterior pierde importancia cuando la costumbre ha marcado una tradición. Lo importante es ahora que las mismas autoridades en este municipio han perdido el verdadero sentido de tan relevantes conmemoraciones. Saben bien que el pueblo está cada vez más preocupado, angustiado, deprimido, enojado, hastiado. Que el pueblo necesita paliativos y medios para desahogarse antes de que reviente. Y para ayudarle a ahogar las penas hay que darle alcohol y música, de preferencia música que motive a la enajenación. Aunque por lo menos aquí en la localidad en esta ocasión no lograron traer al grupero que pretendían y que seguramente hubiese motivado a otro tipo de público y a mayor euforia violenta. En esta ocasión el corazón de la ciudad estaba tapizado de grandes envases de cerveza de la firma que más pagó para poder desplegar la venta de la bebida en el mismo parque central. Son negocios municipales.
La anterior disposición es diametralmente contraria a lo dispuesto oficialmente en la capital del país y que fue replicado en otros municipios para evitar la violencia y la degradación de este acto cívico, que fue la prohibición de la venta de bebidas alcohólicas en las tiendas mas no en los restaurantes o bares; esto con el fin de evitar el consumo de alcohol en plena calle, actitud que provoca el vandalismo y el desorden, principalmente en la ciudadanía joven. Aquí no solamente se permitió la venta de bebidas embriagantes en las tiendas, sino que fue ofrecida a todo el público, sin restricción alguna en pleno parque central; situación que aprovecharon los jóvenes principalmente.
Para las autoridades locales poca importancia tuvo el fomento de los valores cívicos, del patriotismo, de la conciencia social. Nada hubo que hiciera recordar a nuestros jóvenes la trascendencia de la lucha por la independencia ni que promoviera el amor por nuestra patria. Más importante ha sido lograr que se enajenen. Que no piensen a fondo para que no cuestionen. Las mismas autoridades practican la misma forma de enajenación. Como hecho insólito se vio en el centro de la ciudad a un grupo pequeño de jóvenes que con pancartas de protesta por los festejos del bicentenario y en contra del gobierno federal.
El Distrito Federal fue ejemplo de trabajo creativo por una cultura patriótica. El desfile del bicentenario fue bien logrado, ilustrativo y artístico. La variedad de músicos artistas que se presentó en el centro histórico, en su mayoría fueron de gran calidad. Aproximadamente un millón de personas disfrutaron de esta actividad sin consecuencias negativas importantes. Fue gratificante observar entre el desfile una colorida comparsa de chiapanecas y de parachicos bailando, precedidos por un carro alegórico que llevaba una réplica del kiosco del parque de la marimba de Tuxtla Gutiérrez y sobre él, un grupo marimbístico interpretando “Las Chiapanecas”. Bello cuadro.
Necesitamos una mayor conciencia de nuestras autoridades para que nos ofrezcan menos enajenación y más cultura. Merecemos un mejor nivel de trato. Estamos en un municipio que es cuna de la cultura de Chiapas y un destino turístico de gran importancia. Con cada acto público queda muestra de quienes somos como población y de qué tipo de autoridades nos gobiernan. Urge cuidar ese aspecto que es fundamental aunque no quieran darle la importancia que merece. Se trata de nuestra esencia, de nuestra identidad como Mexicanos y Chiapanecos, pero principalmente como Sancristobalenses, lo cual debe ser motivo de orgullo colectivo y no de excesos masivos.
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