Filiberto Bedolla
En este mes “comercial” del día del amor y la amistad con intercambio de regalos, abrazos y palabras fingidas, mucha gente se dice, te quiero, te amo, eres mi amigo. Etc. Etc. Bueno… cada quien sabe lo que dice y siente al respecto. Pero… solamente uno sabe realmente quienes son amigos y ocupan un lugar especial en nuestro corazón y en nuestra vida. Y los mejores regalos que nos puedan dar y damos, es la presencia de ellos en los momentos difíciles y abruptos, así como en las alegrías de nuestra vida.
Después de la familia, los amigos son el mayor tesoro que podemos tener, son la alegría de vivir, de compartir, de tenerlos. Para mi, esos amigos, aunque no sepan la medida de como los aprecio ni perciban el amor que les profeso, y la alegría que me da su existencia, a los amigos que no los veo, a los que no frecuento, a los que están lejos. A todos los que buscamos oportunidad para vernos y aquellos que esperamos el fin de año para reunirnos y sin palabras, con su sola presencia y un abrazo nos decimos cuanto nos queremos y cuanto apreciamos mantener viva la amistad desde niños, desde jóvenes, desde siempre… y poder seguir estando juntos todavía. Quizá todos ellos no saben del aprecio que les tengo, ni la necesidad, ni la fortaleza que me da su amistad, su risa, de su presencia… su existencia. A todos ellos y a la verdadera amistad que tengan ustedes apreciables lectores de este periódico les dedico este escrito del poeta. Vinicius de Morais, que dice:
Tengo amigos que no saben el lugar que ocupan en mi corazón. No perciben el amor que les profeso y la necesidad que tengo de ellos. El “Amor –Amistad” es un sentimiento más noble que el “Amor- pareja” pues permite que su objeto de cariño se divida en otros afectos, mientras el “Amor pareja” tiene intrínsecos los celos, que no admiten la rivalidad. Y yo podría soportar, sin embargo no sin dolor, que hubiesen muerto todos mis amores, ¡Pero enloquecería si muriesen todos mis amigos! Hasta aquellos que no perciben cuanto son mis amigos y cuanto mi vida depende de sus existencias… Algunos de ellos no los frecuento, me basta saber que existen. Esta mera condición me llena de coraje para seguir en frente a la vida. Sin embargo, porque no los frecuento con asiduidad, no les puedo decir cuánto los aprecio. Ellos no lo creerían. Muchos de ellos están leyendo esta crónica y no saben que están incluidos en la sagrada relación de mis amigos. Mas es delicioso que yo sepa y sienta que los adoro, aunque no se los diga y no los frecuente. Y a veces que los frecuento, noto que ellos no tienen noción de cómo me son necesarios, de cómo son indispensables a mi equilibrio vital, porque ellos hacen parte del mundo que yo trémulamente construí, y se tornaron en fundadores de mi encanto por la vida. Si uno de ellos muriera, yo quedaría torcido de un lado. Si todos murieran, ¡Yo me desmoronaría! Es por eso que, sin que ellos sepan, yo rezo por sus vidas. Y me avergüenzo, porque ésa súplica está, en síntesis, dirigida a mi bienestar, ella es, talvez, fruto de mi egoísmo. A veces, me sumerjo en pensamientos sobre alguno de ellos. Cuando viajo y estoy delante de lugares maravillosos, me cae una lágrima porque no están junto a mí, compartiendo aquel placer. Si alguna cosa me consume y me envejece, es que la rueda furiosa de la vida no me permite tener siempre a mi lado, habitando conmigo, andando conmigo, hablando conmigo, viviendo conmigo, a todos mis amigos, y, principalmente los que solo desconfían o talvez nunca van a saber ¡Que son mis amigos!.
Espero apreciables lectores que el pensamiento de este poeta despierte el noble sentimiento de la amistad y reconozcan quienes son sus verdaderos amigos, no por lo que les den, o por lo que puedan obtener, sino por la afinidad de confianza, respeto y afecto que se demuestra con la actitud y el tiempo, no con regalos.
Hasta la próxima y recuerden: “LA GENTE NO HACE AMIGOS, LOS RECONOCE”
Después de la familia, los amigos son el mayor tesoro que podemos tener, son la alegría de vivir, de compartir, de tenerlos. Para mi, esos amigos, aunque no sepan la medida de como los aprecio ni perciban el amor que les profeso, y la alegría que me da su existencia, a los amigos que no los veo, a los que no frecuento, a los que están lejos. A todos los que buscamos oportunidad para vernos y aquellos que esperamos el fin de año para reunirnos y sin palabras, con su sola presencia y un abrazo nos decimos cuanto nos queremos y cuanto apreciamos mantener viva la amistad desde niños, desde jóvenes, desde siempre… y poder seguir estando juntos todavía. Quizá todos ellos no saben del aprecio que les tengo, ni la necesidad, ni la fortaleza que me da su amistad, su risa, de su presencia… su existencia. A todos ellos y a la verdadera amistad que tengan ustedes apreciables lectores de este periódico les dedico este escrito del poeta. Vinicius de Morais, que dice:
Tengo amigos que no saben el lugar que ocupan en mi corazón. No perciben el amor que les profeso y la necesidad que tengo de ellos. El “Amor –Amistad” es un sentimiento más noble que el “Amor- pareja” pues permite que su objeto de cariño se divida en otros afectos, mientras el “Amor pareja” tiene intrínsecos los celos, que no admiten la rivalidad. Y yo podría soportar, sin embargo no sin dolor, que hubiesen muerto todos mis amores, ¡Pero enloquecería si muriesen todos mis amigos! Hasta aquellos que no perciben cuanto son mis amigos y cuanto mi vida depende de sus existencias… Algunos de ellos no los frecuento, me basta saber que existen. Esta mera condición me llena de coraje para seguir en frente a la vida. Sin embargo, porque no los frecuento con asiduidad, no les puedo decir cuánto los aprecio. Ellos no lo creerían. Muchos de ellos están leyendo esta crónica y no saben que están incluidos en la sagrada relación de mis amigos. Mas es delicioso que yo sepa y sienta que los adoro, aunque no se los diga y no los frecuente. Y a veces que los frecuento, noto que ellos no tienen noción de cómo me son necesarios, de cómo son indispensables a mi equilibrio vital, porque ellos hacen parte del mundo que yo trémulamente construí, y se tornaron en fundadores de mi encanto por la vida. Si uno de ellos muriera, yo quedaría torcido de un lado. Si todos murieran, ¡Yo me desmoronaría! Es por eso que, sin que ellos sepan, yo rezo por sus vidas. Y me avergüenzo, porque ésa súplica está, en síntesis, dirigida a mi bienestar, ella es, talvez, fruto de mi egoísmo. A veces, me sumerjo en pensamientos sobre alguno de ellos. Cuando viajo y estoy delante de lugares maravillosos, me cae una lágrima porque no están junto a mí, compartiendo aquel placer. Si alguna cosa me consume y me envejece, es que la rueda furiosa de la vida no me permite tener siempre a mi lado, habitando conmigo, andando conmigo, hablando conmigo, viviendo conmigo, a todos mis amigos, y, principalmente los que solo desconfían o talvez nunca van a saber ¡Que son mis amigos!.
Espero apreciables lectores que el pensamiento de este poeta despierte el noble sentimiento de la amistad y reconozcan quienes son sus verdaderos amigos, no por lo que les den, o por lo que puedan obtener, sino por la afinidad de confianza, respeto y afecto que se demuestra con la actitud y el tiempo, no con regalos.
Hasta la próxima y recuerden: “LA GENTE NO HACE AMIGOS, LOS RECONOCE”
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