domingo, 23 de enero de 2011

TEMAS SELECTOS DE SALUD PÚBLICA

Francisco Millán Velasco

A diario salen noticias de todo el mundo sobre desastres naturales relacionados con el cambio climático. Casi cada año de este nuevo milenio trae algún récord nefasto: el más caluroso, el más frío, el más lluvioso, el más seco, el de más tornados, nevadas, incendios o huracanes. En esta década nos hicieron estragos Mitch y Stan, de triste memoria, de los cuales Chiapas todavía no se recupera del todo. En el 2010 y lo que va del 2011, han habido inundaciones insólitas en Australia, tormentas que han producido aludes en Brasil, incendios imparables en Rusia, aeropuertos cerrados por tormentas de nieve en los Estados Unidos y Europa. Vimos espantados como se inundaron grandes extensiones del Istmo, Tabasco y Veracruz hace apenas 4-5 meses, y en nuestra propia ciudad las lluvias de septiembre causaron inundaciones como no experimentábamos durante muchos años en las colonias y barrios cerca de los ríos. Un pariente que tiene terrenos de siembra se queja de que en el 2009 perdió toda la cosecha por... la sequía, mientras que el año pasado volvió a perder todo por... las lluvias. Ya ni a cuál apostar, pues…

Es fácil señalar con el dedo y echar la culpa a las grandes potencias, sobre todo al vecino incómodo del norte, ¡que si sus emisiones de carbono!, ¡que si sus fábricas!, ¡que si sus coches y que si su adicción al petróleo!, que si su ¡materialismo, capitalismo salvaje y neoliberalismo son las raíces del mal!, y en eso tendríamos razón. Sin embargo, no somos totalmente ajenos e inocentes tampoco.

Solitos, y sin ayuda de otro país, hemos desgajado nuestros propios cerros, ávidos de los materiales de construcción, deforestado enormes cantidades de bosques aquí y cazado al borde de la exterminación nuestros especies selváticas. Hemos destruido extensiones de los manglares de nuestra costa, ya sea por la deforestación, la urbanización o la contaminación de petróleo de las lanchas y barcos. Hemos contaminado nuestros ríos hasta que parecen canales de drenaje al cielo abierto, sin asesoría ajena. En cuanto al uso del automóvil, pues tampoco cantamos mal las rancheras: aunque sea relativamente poca la población de San Cristóbal, logramos llenar todas las vías con un tránsito lento y pesado digno de la propia Ciudad de México.

El mar, que antes consideramos como fuente inacabable de pescado, es ahora albergue de más especies en peligro de extinción, como nunca. Es terrible que grandes embarcaciones japonesas y rusas, armadas con una tecnología de punto: con radar para ubicar con precisión los bancos de peces y con redes hidráulicas para jalar cantidades inimaginables de pescado, han recorrido varias veces por todo el Océano Pacífico, acabando con los especies comestibles y aún pasando a sacrificar otras, que por desgracia se cayeron en las redes implacables. ¿Qué van a poder nuestros pescadores chiapanecos, con sus lanchitas de motor fuera de borda, frente a tales monstruos? Todavía peor, especies nocivas llegadas de otros lugares, como el “pez diablo,” han invadido la Laguna de Catazajá, comiendo las crías de las especies nativas, comestibles, y dejando las aguas sin pesca productiva. Ante estos problemas nuevos, hay que buscar estrategias nuevas.

Pensando en estos términos, aplaudo el mensaje que dio nuestro amigo Plácido Morales Vázquez, Secretario de Pesca y Acuacultura del Estado de Chiapas, el 19 de enero pasado en su Glosa en el H. Congreso del Estado, sobre el 4º Informe de Gobierno de Juan Sabines Guerrero. El Secretario de Pesca es muy consciente que el clima y el mar no son lo que eran antes, que las estrategias de nuestros abuelos ya no nos funcionan igual. Varias veces en su discurso, usó la frase “el inminente agotamiento de las especies marinas.” Es que ya no hay, pues. Incluso, en el trienio 2005-2009, la flota camaronera de alta mar disminuyó en Chiapas de 21 a sólo 3 barcos, debido no solamente al deterioro y altos costos de operación, sino también a la disminución de volúmenes de captura a nivel nacional. Entonces hubo una estrategia a nivel nacional, llamada “Disminuir el Esfuerzo Pesquero,” que propuso el retiro voluntario de barcos.
Pero Plácido con ese espíritu analista, creativo, y tenaz que le caracteriza comentó una serie de estrategias que están beneficiando a los chiapanecos, tanto pescadores como consumidores y comerciantes del pescado. El gobierno ha invertido más de 30 millones de pesos en la investigación y expansión de la industria pesquera estatal, y otros tantos en el gasto corriente en proyectos nuevos. Se ha inaugurado una granja camaronera en Pijijiapan que espera cosechar 660 toneladas anuales de camarón. Los esfuerzos gubernamentales de la acuacultura tuvieron el resultado de ahora somos el productor de mojarra tilapia más importante de todo el país, con 9,561 toneladas captadas en el 2010. También se logró captar 20,735 toneladas de pesca de altura, sobre todo atún—a pesar del mal tiempo, inundaciones y problemas climáticos, me permito comentar. Esta cantidad récord de producción se debe a las nuevas estrategias empleadas por el actual gobierno: poner casi 7000 estanques rústicos, 700 estanques circulares, más de 1200 jaulas flotantes y más de 2000 jagüeyes en el estado, muchos para la acuacultura rural, sobre todo en los 20 municipios de menor índice de desarrollo humano...

Lo bueno de todo eso, es que la mitad de la mojarra tilapia ahora se produce en el mismo lugar donde se consume, bajando el costo al consumidor al evitar el transporte, e incrementando la nutrición de los campesinos más pobres, con un alimento barato con alto contenido proteínico y del omega 3, necesarios para el desarrollo cerebral humano. La otra mitad de la producción se comercializa, creando cientos de empleos directos e indirectos. Ni modo—donde antes se cazaba y pescaba especies salvajes, ahora se debe depender de las domesticadas, tanto animales como peces de granja. Nuevos tiempos, nuevos modos.

Plácido Morales ha fomentado también las organizaciones de pescadores, las cooperativas pesqueras y los grupos de trabajo acuícolas. Que no sólo ayudan a combatir la pesca ilegal de especies en peligro de extinción, sino que también laboran en el desazolve de lagunas y manglares, la reforestación y otros proyectos de conservación, para que en algún futuro, tal vez las especies nativas vuelvan a poblar nuestros extensos ríos, lagunas y mar. ¡Enhorabuena, Sr. Secretario, amigo Plácido Humberto Morales!

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