domingo, 7 de noviembre de 2010

UN PEQUEÑO PARÉNTESIS

Filiberto Bedolla

En este mundo el mayor tesoro que un hombre pueda poseer es la vida misma. Y las joyas que lo adornan son nuestra forma de vivir, nuestros hechos y nuestras buenas acciones, más no la riqueza material acumulada en el lapso de este precioso tiempo de existencia. Algunos no lo piensan ni lo sienten así, y se dedican a acumular riquezas materiales transformando su espíritu y su condición de humano sobre los demás, contaminados por esas enfermedades que provoca la riqueza como: La desconfianza, la avaricia, la prepotencia y la soberbia.
El dinero es importante, pero no lo más importante. Nos da seguridad pero no tranquilidad. Se puede comprar con él casi cualquier cosa, pero no la salud ni la longevidad, ni el tiempo. Muchos ricos viven tan preocupados de que no les roben o de que no se les acabe su fortuna que se olvidan de disfrutar plenamente la vida en sí.
Muchos temen morir, no por la muerte misma, sino por el dolor de dejar su riqueza material en este mundo.
Hablando de riqueza, de vida y muerte y el valor de todas estas cosas, recuerdo haber leído algo relacionado a esto, que nos cuenta que cuando el Rey Alejandro el Grande, encontrándose al borde de la muerte, convocó a sus Generales y les comunicó sus últimos tres deseos:
1- Que su ataúd fuese llevado en hombros y transportado por los mejores médicos de la época.
2- Que los tesoros que había conquistado (plata, oro y piedras preciosas), fueran esparcidos por el camino hasta su tumba, Y…
3- Que sus manos quedaran balanceándose en el aire, fuera del ataúd, y a la vista de todos.
Uno de sus generales, asombrado por tan insólitos deseos, le preguntó a Alejandro cuáles eran sus razones.
Alejandro le explicó:
1- Quiero que los más eminentes médicos carguen mi ataúd para así mostrar que ellos NO tienen el poder de curar ante la muerte.
2- Quiero que el suelo sea cubierto por mis tesoros para que todos puedan ver que los bienes materiales aquí conquistados, aquí se quedan.
3- Quiero que mis manos se balanceen al viento, para que las personas puedan ver que vinimos a este mundo con las manos vacías, y con las manos vacías partimos cuando se termina el más valioso tesoro que es el tiempo.
Así es amigos, Alejandro el grande tenía muchísimos tesoros, pero también gran sabiduría. Y la verdad es que, al morir nada material te llevas, ni tu propio cuerpo, ya se encargarán lo gusanos de darse un festín con tus miserias. Y lo único que queda en este mundo y prevalecerá son tus, tus buenas acciones. Y realmente uno muere, cuando ya se olvidan de ti.
Y ustedes amigos no se olviden que el “TIEMPO” es el más valioso tesoro que tenemos porque desgraciadamente es limitado e impredecible. Podemos producir más dinero, pero no más tiempo. Cuando le dedicamos tiempo a una persona, le estamos entregando una porción de nuestra vida que nunca podremos ya recuperar. Nuestro tiempo, es nuestra vida, y el mejor regalo que le puedes dar a alguien importante como a la familia el trabajo o a un buen amigo.
Hasta la próxima y recuerden: “A QUIEN TE SIRVE, LE DEBES ALGO, MÁS QUE ORO; DALE UNA PORCIÓN DE TU CORAZÓN, TU TIEMPO O TUS

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