Los niños son sin duda el tesoro más valioso que nos da la vida. Y son como un trocito de materia prima, lista ha ser moldeada con el cincél de la educación, paciencia, y buen ejemplo de esos grandes escultores que somos los padres, que con el tiempo les daremos forma magistralmente bella o grotesca, como copia fiel de lo que nosotros somos y querramos que ellos sean. No cabe duda que dios al crearlos conjugó en ellos toda la belleza del mundo, que cuando te miran con esos ojos llenos de dulzura extendiendo los bracitos hacia ti pidiendo abrazo, te hacen sentir el gigante más poderoso del mundo y donde quiera que estés no puedes apartarlos de tu pensamiento. Todo su poderío radica en su alma blanca, en su fragilidad, en su espontánea y ocurrente manera de ser, con esa aureola de brillo angelical cuya luz cautiva hasta al corazón más duro. Ellos pueden ser los más cariñosos y los más necios del mundo, y muchas veces te sacan canas verdes por su inquietud, testarudéz y energía Pero, cuando se sientan en tus rodillas y te acarician la cara con sus diminutas manos, te hacen sentir un rey y celoso guardián de ese tesoro invaluable de su ser. Los niños y niñas son la esperanza del futuro con la mirada pícara y tierna sonrisa. Debemos hacer de ellos y de su infancia una felíz etapa que cimentará su vida, porque el verdadero comienzo de sus aspiraciones y su carácter no se encuentra al final de una carrera universitaria, sino en su niñéz donde comienzan a brotar sus emociones, y una infancia felíz será el cimiento de su vida, porque se dice que un hombre de buen carácter, tuvo una felíz infancia. Por eso, a un niño, enséñale a reír para afrontar la tristeza, sé firme y tolerante con ellos para que aprendan a ser pacientes y con buen trato aprenderán a ser justos. A un niño, enséñale a jugar limpio para que no sea corrupto, enséñale disciplina, el valor del esfuerzo y la constancia para alcanzar lo que quiera, enséñale a compartir todo para que no sea egoísta, tómalo siempre de la mano para que sepa ser unido, Pero… siempre da el ejemplo de lo que pregonas porque en tus manos está el cincel que esculpirá y guiará la mente de ese niño o niña que se ha de convertir con el tiempo en el papá o la mamá del mañana. Si lo hacemos así, no solo estaremos forjando a un hombre o mujer de bien, sino que estaremos ayudando a crear una generación “superior” que será la esperanza de un mejor futuro para ellos, sin guerras, sin corrupción, respeto y amor al prójimo. Los niños son pues el tesoro más valioso que nos da la vida, un regalo de dios, y el adulto del futuro que hará trascender lo que les enseñemos hoy para mejorar al mundo. Acéptalos como son, quiérelos, acarícialos, juega con ellos, anímalos, háblales mucho, dedícales tiempo de calidad, corrígelos con determinación y cariño, fomenta su desarrollo espiritual, y después… ¡déjalos abrir sus alas para volar
“LOS DESEOS DEL NIÑO MUESTRAN LAS VIRTUDES FUTURAS DEL HOMBRE”
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