¡Ah, qué rico!Por fin llegó la Semana Santa, con sus días de asueto, su calor, su promesa de vacaciones bien merecidas, tal vez un chapuzón en el mar, para luego disfrutar de la Feria.Tiempo de flores y mangos, días asoleados en el campo y la oportunidad de gozar del tiempo libre en compañía de la familia ¿qué mejor puede haber?Es la versión mexicana del famoso “Spring Break” de los gringos y al igual, llegan aquí turistas nacionales e internacionales de a montón para llenar las arcas de los hoteleros, restauranteros y comerciantes locales.
San Cristóbal es un destino turístico por excelencia, ya que, además de sus paisajes, arquitectura, diversos pueblos y ricos platillos, aquí sí se celebra la Semana Santa como tal, con misas, escenificaciones de la Pasión, procesiones del silencio, rezos y cantos.Porque no hay que perder de vista que todo esa algarabía se debe a una conmemoración religiosa de la Pasión, Crucifixión y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.
Eso de la religión es un tema que no tiene mucha aceptación el día de hoy.La mayor parte de los intelectuales son descreídos, a nivel mundial en muchos países ha habidoescándalos por igual que nos pueden dejar con un rechazo hacia las iglesias de una y otra parte, mientras que en las comunidades indígenas sigue la intolerancia cerrada hacia los que guardan creencias distintas a la mayoría.Los problemas recientes y actuales en Shulvó y Nachij (municipio de Zinacantán), San Gregorio Las Casas (Huixtán), Los Llanos y sobre todo en Mitzitón (San Cristóbal) de enfrentamientos violentos, persecución y hostigamiento por intolerancia religiosa, entre otros motivos, le dan mala fama a todo lo que huele a religión.Incluso, muchos llegan a decir que el mundo estaría mejor sin ninguna religión, que éstas solo fomentan el fanatismo, la división y la violencia.
¿Cómo sería un mundo sin religión?¿Es verdad que, al extirpar la religión, viviríamos en paz?De hecho, un nuevo mundo sin las ataduras religiosas de antaño empieza a vislumbrarse ya en este siglo: considerando la explosión de pornografía por Internet, en el tráfico de personas para la prostitución, incluso infantil, en la diseminación de las drogas por todas partes con su consecuente extrema violencia y afán de acumular riqueza, en la polarización y el odio racial o social, en la contaminación indiscriminada del planeta por fines de lucro y en la destrucción del núcleo familiar.Sin una base firme para la moral, sin el concepto de que todo el universo y cada ser humano somos hechura de un Dios amoroso que busca nuestra paz y felicidad, es muy difícil, si no es que imposible, que el ser humano construya una armonía duradera.
Los seres humanos tenemos el gran defecto de buscar los “peros,” las distinciones entre uno y otro, para luego concentrarnos en las diferencias, haciendo caso omiso de las semejanzas.Al encontrarse un evangélico con un católico, nos ponemos a discutir que si el Papa, que si las imágenes, como si toda nuestra fe se resumiera en estos puntos.Pareciera que la persecución religiosa y la violencia fuera parte intrínseca de nuestra fe.La Semana Santa es buen momento de recordar qué tanto tenemos en común, que el meollo de nuestra fe no es violencia y odio hacia los de otras creencias sino un credo que compartimos en común.
Todos los cristianos, tanto evangélicos como católicos, creemos que hay un solo Dios, el Padre amoroso que creó al universo y a la humanidad.Este Dios no vive en una soledad egoísta, sino que consiste en 3 Personas que conviven y se aman entre sí: la Santísima Trinidad.Reconocemos que el ser humano es débil, propenso al egoísmo y al pecado, y que no puede alcanzar ni la felicidad ni la santidad por sus propias pistolas.Aunque intentemos vivir como Dios manda, caemos una y otra vez. Jesucristo, la segunda Persona de la Santísima Trinidad, vino a encarnarse como hombre, nacido de la Virgen María, a compartir nuestra condición humana y nuestros sufrimientos y a enseñarnos el camino a Dios.Este Jesucristo se entregó voluntariamente a la muerte más dolorosa y vergonzosa que existía en su momento: la Crucifixión.Por este sacrificio en la cruz, nos redimió, perdonando nuestros pecados y ofreciéndonos la reconciliación y amistad con Dios.Tres días después de aquella muerte de cruz, resucitó triunfante de entre los muertos y convivió con sus discípulos antes de subir al cielo.Un día llegará a juzgarnos: una prueba que nunca podríamos pasar por nosotros mismos, si no fuera que Él mismo ofrece el Cielo a los que confían en su perdón, su bondad y su misericordia.
Al lado de estas verdades tan misteriosas e impactantes, ¿por qué insistimos en ver las nimiedades que nos separan? ¿Por qué confundimos la tradición, los cohetes y la fiesta, con el grano: esta historia tan conmovedora y esperanzadora que es la Semana Santa? ¿Por qué confundimos los hechos violentos de fanáticos ciegos, o los intereses económicos de unos pocos, con las profundidades del corazón de la fe cristiana? Celebremos estas fechas, pero en paz y a de veras, como los momentos cruciales de la historia humana.
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