domingo, 13 de marzo de 2011

UN PEQUEÑO PARÉNTESIS

Filiberto Bedolla

Cuanta la leyenda que al principio del mundo, cuando Dios decidió crear a la mujer, encontró que había agotado todos los materiales sólidos en el hombre y no tenía más que disponer.
Ante este dilema y después de profunda meditación, hizo esto:
Tomo la redondez de la luna, las suaves curvas de las olas, la tierra adhesión de la enredadera, el trémulo movimiento de las hojas, la esbeltez de la palmera, el tinte delicado de las flores, la amorosa mirada del ciervo, la alegría del sol y las gotas del llanto de las nubes, la inconstancia del viento y la fidelidad del perro, la timidez de la tórtola y la vanidad del pavo real, la suavidad de la pluma del cisne y la dureza del diamante, la dulzura de la paloma y la crueldad del tigre, el ardor del fuego y la frialdad de la nieve.
Después mezcló tan desiguales ingredientes… creó a la mujer y se la dio al hombre.
Después de una semana, vino el hombre y le dijo: “¡Señor, la criatura que me diste me hace desdichado, quiere toda mi atención, nunca me deja solo, charla incesantemente , llora sin motivo, parece que se divierte al hacerme sufrir y vengo a devolvértela porque no puedo vivir con ella!”.
Bien, contestó Dios, y tomó a la mujer. Pasó otra semana, volvió el hombre y le dijo:
“¡Señor, me encuentro muy solo desde que te devolví a la criatura que hiciste para mí, ella cantaba y jugaba a mi lado, me miraba con ternura y su mirada era una caricia, reía y su risa era música, era hermosa a la vista y suave al contacto. Me cuidaba y protegía cuando lo necesitaba, me daba dulzura, ternura, comprensión y amor sin condiciones, por favor devuélvemela, ¡porque no puedo vivir sin ella!
Ya veo, dijo Dios, ahora valoras sus cualidades, eso me alegra mucho, claro que puedes tenerla de nuevo, fue creada para ti, pero no olvides cuidarla, amarla, respetarla y protegerla, porque de no hacerlo, corres el riesgo de quedarte de nuevo sin ella.
Así es amigos… desgraciadamente no valoramos tal cual es la mujer, y nos olvidamos que ellas tiene algo de Dios por la inmensidad de su amor, y mucho ángel por la inalcanzable solicitud de sus cuidados.
Una mujer que siendo joven, tiene la reflexión de una anciana y en la vejez trabaja con el vigor de la juventud.
Una mujer que siendo vigorosa, se estremece con el llanto de un niño, y siendo débil se reviste a veces con la bravura de un león.
Una mujer que mientras la tenemos no la sabemos valorar, porque a su lado todos los dolores se olvidan, pero después de haberla perdido daríamos todo lo que poseemos por mirarla de nuevo un solo instante, por recibir de ella un abrazo, por escuchar un solo acento de su voz y saborear un beso de sus labios.
Feliz del hombre que tan solo por un día sepa valorar y entender el alma de la mujer.
Hasta la próxima y recuerden: “EL HOMBRE ESTÁ COLOCADO DONDE TERMINA LA TIERRA, LA MUJER DONDE COMIENZA EL CIELO”

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