María del Carmen Franco García
Qué pena da saber que de última hora este ayuntamiento está con urgencia otorgando por mayoreo licencias para abrir más cantinas, más antros, más tiendas con venta de licores. Alguna vez escuchamos que San Cristóbal era la cantina de Chiapas y ahora no queda duda de que esta bella, histórica y cultural ciudad se ha convertido en una gran cantina.
Por la radio la ciudadanía se queja de que cerca de sus domicilios, cerca de las escuelas donde estudian sus hijos, cerca de las mismas iglesias donde acuden los fieles, están funcionando cantinuchas de mala muerte con otros servicios adicionales que entran dentro de los giros rojos. Ahora se dispersa por toda la geografía del Valle de Jovel una red de estos negocios y en el mismo centro histórico se puede observar que los antros de mal aspecto son guarida de jovencitas y jovencitos adolescentes de donde salen a altas horas de la madrugada visiblemente intoxicados.
El único control que ejerce la autoridad municipal es la visita periódica a estos lugares para recibir su “cuota” que ni siquiera ingresa al erario público. La absoluta irresponsabilidad social de quienes tienen la obligación de resguardar la salud y el orden públicos es alarmante. Ha quedado demostrado en estos últimos años que el único valor que fomentan es el económico, y para beneficio propio.
Los albergues y los centros de rehabilitación para drogadictos y alcohólicos no pueden atender tanta demanda y se disparan las cifras de adictos con los consecuentes actos delictivos y violentos. Este es un enorme problema que ha generado nuestro flamante ayuntamiento, desde años atrás y con mayor intensidad estos últimos años. El pretexto de la ciudad turística no es más que pretexto cuando se otorgan esos permisos. Lo es cuando los tugurios que se abren no son más que tugurios, no son ni siquiera bares que cumplan con la normatividad oficial.
Así observamos el abuso de las autoridades municipales y vemos con que urgencia redoblan la rapiña para hacerse de dinero antes de concluir su período. Con toda sinceridad, este terrible problema que nos heredan, aunado al otro tremendo del agua, al del desorden urbano, al del desastroso manejo del SAPAM, al del oscuro manejo del basurero y al del no menos oscuro manejo de los permisos para rellenar humedales, es un legado caótico que nos han dejado a los ciudadanos y a las futuras autoridades, a quienes por cierto, tocó encabezar una mujer. Solamente le digo que haga uso de toda la fortaleza natural de nuestro género, que no permita chantajes y que no caiga en provocaciones, que no decaiga ante los vientos en contra que generarán sus contrarios, principalmente los que no aceptan que una mujer tome el mando, ya se escuchan comentarios misóginos, que use su capacidad de generar coadyuvancias y que se proteja con el respaldo ciudadano. El cometer errores no es exclusivo de los varones, todos lo sabemos, pero las mujeres somos más duramente juzgadas. A los varones se les ha permitido mas, por eso se ha llegado al descaro. El daño ya está hecho, repararlo parece un sueño. A las mujeres se nos facilita soñar, lo demás vamos haciéndolo realidad con mucha perseverancia y con mucho trabajo. A dar entonces el primer paso. Y que esta gran cantina en que esos señores han convertido a San Cristóbal vaya tomando otro rostro más limpio y más sano.
Por la radio la ciudadanía se queja de que cerca de sus domicilios, cerca de las escuelas donde estudian sus hijos, cerca de las mismas iglesias donde acuden los fieles, están funcionando cantinuchas de mala muerte con otros servicios adicionales que entran dentro de los giros rojos. Ahora se dispersa por toda la geografía del Valle de Jovel una red de estos negocios y en el mismo centro histórico se puede observar que los antros de mal aspecto son guarida de jovencitas y jovencitos adolescentes de donde salen a altas horas de la madrugada visiblemente intoxicados.
El único control que ejerce la autoridad municipal es la visita periódica a estos lugares para recibir su “cuota” que ni siquiera ingresa al erario público. La absoluta irresponsabilidad social de quienes tienen la obligación de resguardar la salud y el orden públicos es alarmante. Ha quedado demostrado en estos últimos años que el único valor que fomentan es el económico, y para beneficio propio.
Los albergues y los centros de rehabilitación para drogadictos y alcohólicos no pueden atender tanta demanda y se disparan las cifras de adictos con los consecuentes actos delictivos y violentos. Este es un enorme problema que ha generado nuestro flamante ayuntamiento, desde años atrás y con mayor intensidad estos últimos años. El pretexto de la ciudad turística no es más que pretexto cuando se otorgan esos permisos. Lo es cuando los tugurios que se abren no son más que tugurios, no son ni siquiera bares que cumplan con la normatividad oficial.
Así observamos el abuso de las autoridades municipales y vemos con que urgencia redoblan la rapiña para hacerse de dinero antes de concluir su período. Con toda sinceridad, este terrible problema que nos heredan, aunado al otro tremendo del agua, al del desorden urbano, al del desastroso manejo del SAPAM, al del oscuro manejo del basurero y al del no menos oscuro manejo de los permisos para rellenar humedales, es un legado caótico que nos han dejado a los ciudadanos y a las futuras autoridades, a quienes por cierto, tocó encabezar una mujer. Solamente le digo que haga uso de toda la fortaleza natural de nuestro género, que no permita chantajes y que no caiga en provocaciones, que no decaiga ante los vientos en contra que generarán sus contrarios, principalmente los que no aceptan que una mujer tome el mando, ya se escuchan comentarios misóginos, que use su capacidad de generar coadyuvancias y que se proteja con el respaldo ciudadano. El cometer errores no es exclusivo de los varones, todos lo sabemos, pero las mujeres somos más duramente juzgadas. A los varones se les ha permitido mas, por eso se ha llegado al descaro. El daño ya está hecho, repararlo parece un sueño. A las mujeres se nos facilita soñar, lo demás vamos haciéndolo realidad con mucha perseverancia y con mucho trabajo. A dar entonces el primer paso. Y que esta gran cantina en que esos señores han convertido a San Cristóbal vaya tomando otro rostro más limpio y más sano.
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