domingo, 15 de agosto de 2010

UN PEQUEÑO PARÉNTESIS

En esta temporada vacacional de verano, no solo los turistas llegan a nuestro pueblo coleto, sino que también algunas personas que estudiaron en su juventud o coletos que ya radican en otro rincón o centro del país llegan de vez en vez a visitar a los familiares, a los inolvidables y buenos amigos, o simplemente para volver a disfrutar de esta hermosa tierra nuestra que es San Cristóbal.
En una de estas fechas, me hace recordar no solo el alegre reencuentro con aquellos amigos de tiempos lejanos, sino también la decepción de algunos que también lo fueron, pero ahora ya no. Porque simplemente el mundo da vueltas, y de alguna manera la vida cambia, los tiempos cambian, las personas también.
Y en la ruleta de la vida como se dice vulgarmente, a veces estamos arriba y otras veces abajo. Pero generalmente esos altibajos nos transforman de una u otra manera, quizá más sabios, más prudentes, más humildes, o más prepotentes.
Y, en esas vueltas unos que se levantan y ascienden positivamente en su trabajo y forma de vida y otros caen de su pedestal para situarse en desfavorable situación. Son situaciones que pueden ser y estar fuera de nuestro control, o el resultado de nuestras propias acciones. Pero lo que desconcierta, es el cambio radical del modo de ser de las personas al transformar su vida.
Alguien que siempre ha sido ignorante y sin cultura no se puede esperar gran cosa de ella. Pero, sin embargo sabe manejarse con respeto, sabe de la amistad y su valor, y no desconoce a las personas, y es más, sabe y goza compartir algo de lo mucho o poco que tiene.
En cambio, da coraje, desencanto y decepción la transformación espiritual negativa de alguien que ahora le sonríe la fortuna y goza de privilegios, desconociendo a quienes fueron sus amigos de la feliz infancia y juventud, cuando no interesaba que ropa traías o si eras rico o pobre. Esa época maravillosa e irreversible de nuestra vida. Una de esas tantas decepciones que se llevan con las personas, fue con el inesperado encuentro de un “gran amigo” de aquellos tiempos, eso cría yo hasta ese día de reencontrarnos después de casi treinta años de no vernos. Yo sabía de él y su exitosa carrera de administración de empresas, misma que desempeñaba con éxito allá en el D.F. Lugar donde terminó sus estudios, se casó y se quedó a radicar. Cierto día de un verano yo estaba en un banco en el centro de nuestra ciudad coleta. Este estaba repleto de gente haciendo largas filas para esperar su turno. Ya estando en la fila y después de esperar largo rato, vi a alguien que se dirigía a la salida pasando frente a mí. Inmediatamente identifiqué a ese viejo amigo. Presuroso y sin pensarlo dos veces abandoné la larga fila y le di alcance posando mi mano sobre su hombro, lo llamé por su nombre; Luis, Luis Mejía que gusto verte le dije entusiasmado. Él volteó sorprendido y me miró de la cabeza a los píes; después de un instante preguntó: Disculpe nos ¿conocemos? ¿Quién es usted? Soy yo Fili, el meco “Bedolla” ¿No me recuerdas? Pregunté. Él de pronto pareció reconocerme y con gesto adusto, sin ninguna emoción y acomodándose su corbata que hacía una excelente combinación a su impecable traje azul y de una manera parca y despectiva respondió. Ahhh sí, “Bedolla”, que tal como estás… y después de un brevísimo saludo me dijo cortante, bueno… nos vemos tengo que irme, me dio la mano y se fue dejándome en un baño de asiento (anonadado). Era evidente que ya no era el mismo de antes, bueno… era el mismo, pero muuyyy cambiado exterior e interiormente. Había echado al olvido esa gran amistad y los buenos recuerdos. Mientras tanto yo los tenía guardados, como se guarda un viejo y preciado libro, y la amistad latente como una joya que se guarda con llave en el arcón del alma, que cuando lo abres como chispas mágicas, la añoranza del pasado vuelve a revivir en tu presente. Es increíble como el logro de algunas cosas como el éxito profesional, la posición social y el dinero más que todo, hacen cambiar tan radicalmente a muchas personas provocándoles amnesia, arrogancia y prepotencia. Esto me hace recordar que los amigos son realmente contados con los dedos de la mano y te sobran dedos. Y como nos decía un vecino: ¿Amigo? amigo es un peso en la bolsa y cuates, son los tolpetates, pues nunca se separan. Encontrándome después de ese decepcionante reencuentro con otros amigos, me platicaban también de la misma decepción de haberse topado con ese ex amigo de antaño. Yo les dije, pues sí, sí ha cambiado. Ha dejado de ser aquel provinciano amigo; ahora es el Defeño señor Licenciado en administración de empresas, Don Luis Mejía Gutiérrez.
Hasta la próxima y recuerden: “LOS HOBRES SABIOS TIENEN LA MENTE EN EL CIELO Y LOS PIES EN LA TIERRA”.

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