domingo, 28 de febrero de 2010

Nuestra casa es tóxica

Daniel Rodolfo Román Montoya

El ambiente que respira en su hogar, es decir, el aire que inhala dentro de la casa, podría no solo hacerle enfermar, si no convertirle en un potencial asesino según Roger Masters del Colegio Universitario Darmouth en New Hampshire (Estados Unidos). Un estudio realizado por este investigador revela que las ciudades con unos niveles altos de plomo y manganeso en el ambiente presentan un índice de criminalidad tres veces mayor que el promedio nacional. Los neurólogos saben que esos metales tiene unos efectos fisiológicos adversos: inhiben a nivel cerebral la liberación serotonina y dopamina, neurotransmisores que juegan un papel destacado en la conducta humana. Además, el plomo afecta de forma perniciosa a las células gliales, que juegan un papel vital en la actividad neuronal.
Masters cree que las partículas de manganeso y plomo que amenaza con convertirnos en unos criminales no proceden de la polución industrial, si no de las cañerías que llevan el agua hasta los hogares así como del suelo y de las alfombras de las habitaciones.

Una polución silenciosa.

No obstante, algunos expertos consideran que es demasiado prematuro afirmar que alguien pierda la cabeza por esta razón. Ahora bien, el estudio pone de manifiesto un problema que empieza a ser investigado cada vez con mayor interés por los científicos: la contaminación en casa. Hasta ahora, los científicos y autoridades sanitarios han dirigido todos sus esfuerzos en establecer controles y limitar la emisión de residuos peligrosos a cielo abierto o en el agua producidos por las industrias, el tráfico rodado y otras fuentes obvias. Y no cabe duda de que la normativa ambiental ha mejorado sensiblemente la calidad del aire en las ciudades.
Sin embargo, los investigadores habían pasado por alto otras fuentes importantes, aunque menos evidentes. Efectivamente, recientes estudios apuntan que “el riesgo de entrar en contacto con ciertos contaminantes en lugares considerados inocuos- como la vivienda, la oficina y la cochera- es manifiestamente mayor que la probabilidad de exposiciones extramuros”, han declarado Wayne R. OTT, de la Universidad de Stanford, en la revista American Scientific. Por ejemplo, varios estudios realizados por la agencia de protección ambiental (EPA) estadounidense en Elizabeth y Bayonne, dos ciudades de New Jersey con numerosas plantas químicas, revelan que los niveles de 11 compuestos orgánicos volátiles que se detectaron en los hogares superaban de lejos su concentración en el aire libre.

Contacto más directo

No resulta difícil identificar el origen de los contaminantes domésticos: insecticidas, plaguicidas, ambientadores, disolventes, desodorantes, productos de limpieza, alfombras polvorientas, pinturas, adhesivos y humos de cocina, calefacción y tabaco, entre otros. El contacto directo y permanente con muchas de estas sustancias plantea un riesgo grave para la salud, ya que no pocas son cancerígenas.
“Una vez el contaminante entra en casa, las alfombras, los muebles y el polvo se convierten en reservorios a largo plazo”, dice Marcia G. Nishioka, de la EPA. Los residuos – añade – en el suelo y la superficie pueden construir una exposición crónica para los bebés, que juegan en el suelo, gatean sobre las alfombras y se introducen los dedos en la boca”. Los infantes corren especial peligro, pues sus órganos en rápido desarrollo son más propicios a dañarse y pueden inhalar cinco veces más polvo que un adulto, según Ott.

De los peores inquilinos

Entre los contaminantes domésticos mas estudiados se hallan el benceno, que proviene del humo del tabaco, los vapores de la gasolina y de otros productos comunes (pegamentos y pinturas); el tretacloroetileno, que se usa en la limpieza en seco de prendas de vestir; el paradiclorobenceno, que entra a formar parte de la composición de los desodorantes y las bolitas antipolillas; y el cloroformo, cuyas fuentes principales de exposición se hallan en el agua hirviendo, la lavadora y el baño. El contacto con estas sustancias volátiles provoca cáncer, al menos en los animales de laboratorios. Los científicos también investigan los efectos que podrían tener sobre la salud los residuos de plaguicidas que entran en casa adheridos a las suelas de zapatos y que se acumulan sobre todo en los tapetes y alfombras del hogar, así como los niveles saludables de monóxido de carbono (CO), gas que es producido por los hornillos de gas, parrillas y hornos de funcionamiento deficiente. El CO resulta especialmente dañino para las personas con afecciones cardiacas cuando lo respiran en el interior de la casa.
Sin duda alguna, el próximo reto ambiental es mejorar la calidad del ambiente en el hogar.

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