Un palo de níspero sustituye la pierna amputada…
No sabe leer ni escribir pero eso no le impide luchar por sus derechos…
Le gusta la política y ha participado en muchas marchas…
Elio Henríquez
No sabe leer ni escribir pero eso no le impide luchar por sus derechos…
Le gusta la política y ha participado en muchas marchas…
Elio Henríquez
En Kulaltik, una apartada comunidad de este municipio tzeltal, habita un hombre al que a los 15 años de edad le amputaron la pierna derecha, y a los 40 ignora por qué. En su rostro moreno se reflejan no sólo la tristeza de haber perdido la extremidad, sino las condiciones de marginación y pobreza en que durante décadas han vivido muchos habitantes de las comunidades indígenas de los Altos de Chiapas.
Se llama Antonio López Girón y tiene 40 años; sustituye la pierna derecha con un palo de níspero para poder andar, lo que llama la atención de propios y extraños. Tenía 15 años, recuerda, cuando sus padres lo trasladaron al hospital regional de San Cristóbal de Las Casas porque le dolía su pié.
“Yo nunca supe qué tenía, sólo recuerdo que me dolía el pié porque estaba hinchado y cuando desperté en el hospital ya me habían cortado la pierna”, dice durante una charla en el parque central de la cabecera municipal ubicada a unos 40 kilómetros de San Cristóbal de Las Casas.
“Mis papás tampoco supieron por qué me lo amputaron o no me lo quisieron decir, pero después de 25 años tampoco importa tanto saberlo; ya me costumbre a andar sin una pierna”, agrega resignado en su precario español.
López Girón dice que nació y vive en la comunidad de Kulaltik, municipio de Tenejapa; que es hijo único porque sus ocho hermanos murieron cuando eran niños; que su madre María Gómez Entzín falleció como muchos de sus hermanos de raza hace unos cinco o seis años sin que pudiera recibir una atención médica adecuada en un hospital. “Tenía mucha temperatura y murió en la casa; no fue al hospital”.
Antonio es conocido en su municipio justamente porque le falta una pierna, pero también porque le gusta participar en manifestaciones, a las cuales ha asistido varias veces como miembro de la Unión de Organizaciones Regionales Campesinas Autónomas (UNORCA) y militante del Partido de la Revolución Democrática (PRD), que gobierna el municipio.
No sabe leer ni escribir, porque sus padres, analfabetas también, no lo enviaron a la escuela, pero eso no es impedimento para que tenga conciencia de la necesidad de luchar por el respeto de sus derechos. No conoce más allá de San Cristóbal de Las Casas, a donde ha ido para participar en algunas marchas.
Cuenta que cuando recién le amputaron la pierna caminaba ayudado por muletas, pero con el tiempo descubrió que le era menos difícil movilizarse apoyado con un palo bien labrado que le llega al hombro y sujeta con las dos manos, lo que le permite caminar con relativa rapidez.
“Con las muletas no puedo caminar por las veredas y con el palo subo y bajo, incluso de noche; por eso guardé las muletas que me regaló el padre Gabriel que da misa aquí en Tenejapa”, comenta López Girón, quien profesa la religión católica y asiste al templo.
Viste un calzón tradicional brocado —una especie de short que usan los varones en este municipio y que en su caso le viene bien—, camiseta blanca y chaleco gris y un morral igualmente brocado y de los mismos colores del calzón. Su pie izquierdo lo calza con un huarache, sin calcetín como es la costumbre.
Afirma que aunque le cuesta bastante trabajo, corta y raja leña, pizca el café que cosecha como muchos otros tenejapanecos, y también hace un poco de milpa en las dos hectáreas que tiene. Una de sus mayores tristezas es que a sus 40 años no ha podido casarse porque las mujeres lo desprecian debido a que la falta una pierna.
“Dicen que no puedo trabajar y que no las voy a poder mantener ni darles dinero, pero yo les digo que sí puedo trabajar, pero me rechazan”, manifiesta el indígena, quien es saludado por otros indígenas mientras cuenta su historia en una banca del parque, frente al templo de San Sebastián.
“Si no quieren, ni modo”, agrega un poco resignado a permanecer soltero por el resto de su vida, sin dejar de insistir: “Vivo triste porque no tengo mujer; he buscado pero no quieren casarse con migo”.
Antonio relata que vive solo con su padre Francisco López Girón, de 59 años de edad, y una de sus ilusiones es tener dinero para que le coloquen una prótesis y dejar el palo de níspero que hace las veces de pierna para caminar.
“Me han dicho que cuesta como unos 15 mil pesos pero como soy pobre no tengo esperanzas de poder llevar una pierna aunque sea postiza”, afirma.
Señala que una buena parte del tiempo la dedica a elaborar bolsas o morrales de hilo que hombres y mujeres usan indistintamente en este municipio. En 200 pesos vende la unidad que le lleva 15 días confeccionar. “Así nunca voy a poder ponerme la pierna ni tener mujer; esa es mi tristeza”, sonríe y se despide.
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