domingo, 4 de julio de 2010

Maria Elvira Millan

Mucho se ha dicho ya de los problemas que generan los bancos de arena respecto a la subestación de aguas, la contaminación estética y auditiva y los efectos adversos del cambio de relieve: la erosión, los deslaves y los daños y perjuicios a terrenos colindantes. Sin embargo, lo que ha hecho falta en la discusión son propuestas o alternativas, junto con la conscientización de la que requerimos todos para ponerle fin al mal llamado “mal necesario”. En vez de la típica justificación, los movimientos de protesta, y descalificaciones acusatorias, hace falta bajar el clamor masivo y escuchar las voces que lo constituyen. Esta semana salí a entrevistar a estudiantes, académicos, abogados, ciencio-ambientólogos y arquitectos, con el fin de contemplar alternativas.
Aunque estéticamente desagradables, los bancos de arena generan gran cantidad de material de construcción que se usa principalmente en carreteras y viviendas, además de coadyuvar a la oferta laboral (aunque con la mecanización actual, la contratación de obreros es mínima). Hoy en día se busca hacer las cosas de manera rápida y eficiente, sin reflexión ni miramientos. Así es como la mentalidad “fast track” nos lleva a demandar fraccionamientos homogeneizados e industrializados, listos para entregarse al mismo año. Con un ápice de paciencia y un poco de creatividad, estos fraccionamientos podrían preservar el balance y la belleza típicos de nuestra ciudad.
Son varios los materiales que se pueden utilizar en la construcción de una vivienda. Algunos de ellos son el adobe, el ladrillo, la piedra, la madera, los desechos e incluso el bambú, que crece de manera acelerada y resulta más resistente que la madera misma. El problema se genera desde las universidades, donde si se contemplan los materiales típicos o alternativos (mas sustentables) se hace desde una perspectiva histórica o de restauración. Por lo tanto, son necesarios cursos y talleres adicionales que recuerden y den destreza a los arquitectos al utilizar materiales alternativos. Sin embargo, estos materiales resultan tan prácticos y efectivos como el “moderno” block: un ejemplo es el adobe. La materia prima (tierra, agua y juncia en diferentes proporciones) se consigue de manera local, cuesta entre 7 y 8 pesos la pieza, cualquier albañil lo sabe producir y manejar, y es un excelente aislante térmico. Las casas de este tipo llevan cimientos de piedra y son muy resistentes a los sismos, ya que el adobe preserva cierta elasticidad. Para terminar se repella con cal y pintura, evitándose el deterioro y los insectos. Lo que este material requiere es espacio y paciencia, ya que tarda un poquito en secarse y las paredes requieren entre 30-60cm de grosor, dependiendo de la estructura que se va a soportar. En cuanto a la construcción de carreteras, los bancos areneros parecen ser irremplazables, ya que necesariamente se requiere del fino material. Sin embargo, habría que evaluar si la construcción de carreteras de cuatro carriles a Palenque y a Chamula conllevan el “desarrollo” social que se pretende difundir. Si Palenque nos quedara a tres horas de S.C., ¿quién va a querer detenerse en una de las muchas comunidades a comer o comprar recuerditos? ¿Para qué, si el destino final se encuentra “a la vuelta de la esquina”? Finalmente, el turismo que requería de 2 o 3 días para explorar la selva, lo logrará (si acaso) con dos, disminuyendo el comercio neto de nuestra población. Si eran necesarios 10 días para darle una buena visita a Chiapas, ahora bastará con 7.
En cuanto a los empleos que genera esta actividad, habría que cambiar el enfoque lentamente, con ayuda de la población. Para empezar, que la demanda de vivienda fuera un poco más flexible en cuanto al plazo de tiempo otorgado para su construcción. Si el desarrollo urbano se planeara con anticipación, se podría incrementar el uso de materiales alternativos o tradicionales (sustentables). De esta manera se reduciría el uso de arena, mientras que se conserva la demanda de trabajadores. También se menciona el desazolve de los ríos como opción generadora de empleos. Cada ano los ríos van jalando tierra y residuos orgánicos que se asientan en su interior, incrementando los niveles del subsuelo y consiguientemente, del río mismo. Si se crearan trabajos de desazolve en los ríos y reforestación en sus orillas, disminuiría el riesgo de inundaciones, mientras que a su vez se aportaría tierra bastante rica en nutrientes que también se podría utilizar. Poner plantas de tratamiento de agua, como ya se ha hecho en muchas partes del mundo, permitiría un desarrollo eco turístico con viajes en canoa y sendas para andar en bici o a caballo en las riberas. Eso animaría al turismo a permanecer más tiempo en la ciudad, redituando en nuestra economía. Quizás con el tiempo se podría volver a extraer la arena de rió, de altísima calidad que se utilizó en siglos pasados en la construcción del templo de Sto. Domingo, por ejemplo.
Por lo pronto es necesario comenzar a cambiar tendencias. Sabemos que las cosas no cambian de un día para otro, pero es necesario conscientizarnos acerca de nuestros problemas tan reales, buscando alternativas y soluciones. Llevamos ya mas de diez años viendo como se destruyen nuestros cerros, y ahora ya han abierto nuevos bancos a las orillas del periférico. Esto necesita regularizarse y tener una planeación estratégica. Necesitamos tener un registro acerca de cuánta arena es prudente sacar, qué lugares son apropiados para ello, qué alternativas se podrían contemplar y cómo se va a manejar la restauración al final del ciclo de vida de los bancos. Existe ya un compendio sobre la distancia que debe haber entre los bancos de arena y los asentamientos humanos, entre los bancos y los manantiales, y entre los bancos areneros y la carretera. La mayoría de los bancos no se encuentra dentro de estos límites establecidos, y, aunque no fuese hoy, los efectos no tardarán en sentirse. ¿Podríamos, por favor, empezar a cambiar ya?

No hay comentarios:

Publicar un comentario