Daniel Román Montoya.
En el mundo, mil 500 millones de seres humano no tienen acceso al agua potable. Por esta situación, 34 mil persona están condenadas a morir diariamente, de hecho, cada ocho segundo muere un niño por padecimiento asociados ala falta del liquido… Pero la catástrofe apenas comienza, la contaminación de los principales ríos y lagos del mundo, la deforestación y desecación de pantanos y ciénagas, la urbanización galopante y la sobreexplotación de mantos freáticos – entre otras agresiones a la naturaleza- presagian escenarios apocalípticos.
La opinión de los expertos es unánime: l deforestación y desecación de los pantanos y ciénagas en todo el planeta perturbaron profundamente el ecosistema mundial y jugaron un papel importante en la crisis actual del agua. El mismo efecto desestabilizador ha traído consigo la urbanización galopante que afecta a todo el orbe, así como el calentamiento global causado por gases con gases con afecto invernadero.
Barlow y Clarke insiste: “los expertos del Hadley Center, reputado organismo científico británico, están convencidos de que en el año 2050 el cambio climático habrá convertido en desierto a casi toda la cuenca del Río Amazonas. Las previsiones de Nigel Arnell de la Universidad de Southampton (Gran Bretaña) son muy sombrías: a mediados del siglo XXI, el Recalentamiento del planeta privará de agua a 66 millones de personas más de las que actualmente no tienen acceso a ella, y otros 170 millones padecerán graves penurias”.
Los abusos de la irrigación perpetrados en el mundo también son responsables de la escasez del agua. Actualmente, se calcula que la agricultura absorbe 73% del agua dulce del planeta, la industria 21% y el consumo privado 6%.
Sandra Postel experta de la ONG Global Water Policy Project analizó todos los métodos de irrigación utilizados a lo largo de la historia en todo el mundo. Llegó a la conclusión de que si a corto plazo la irrigación intensiva alimenta a millones de personas, a mediano plazo ocasiona desastres.
Toda el agua contiene sal; si su drenaje es inadecuado – lo que ocurre casi siempre – el agua deja residuos salinos que se van acumulando y no tardan en impedir cualquier cultivo. La salinización de las tierras agrícolas está causando estragos en China India Pakistán, Asia Central y Estados Unidos el fenómeno volvió ya improductiva la quinta parte de las tierras cultivables del planeta.
De acuerdo con la especialista en 1800 las tierras irrigadas ocupaban una superficie de 8 millones de hectáreas en el mundo hoy cubren 240 millones de hectáreas. La humanidad obtienen 40% de su alimentación de estas tierras irrigadas, pero ese método de cultivo agota los mantos acuíferos.
Según un informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) mil millones de seres humanos viven ahora en Zonas áridas en las cuales las tierras sobreexplotadas dejaron de ser productivas. La desertificación abarca casi 4 mil millones en el mundo en más de 100 países la situación va de mal en peor.
La irrigación acabo con el lago Chad, una de las últimas grandes “masas de agua” de África Central, el cual quedo reducido a 10% del volumen que tenía en 1960. En 1999, el río Zayandeh Roud, en el norte de Irán, se quedó sin agua debido a la irrigación intensiva.
Pero el caso más doloroso es el del mar de Aral, en la parte asiática de la ex Unión Soviética. Esa laguna salada. Antaño la carta más importante del mundo – estaba por los ríos Amu. Daria y Sir Dari. Los dirigentes soviéticos decidieron desviar el agua de estos ríos para irrigar los llanos de Asia central y los de Uzbekistán y Takistán. Entre 1940 y 1980 “gracias” a estas obras faraónicas, la Unión Soviética convirtió en el segundo productor 1 mundial de algodón.
Y el balance es terrible: el mar de Aral perdió 80% de su volumen de agua y el 20% que resta es 10 veces más salado que a principio del siglo XX. Desaparecieron peces y aves acuáticas. La industria de la pesca se derrumbó. Cada año el viento mueve entre 40 y 150 millones de toneladas de polvo salado que cae en los escasos cultivos que aún permanecen en la región. Millones de personas huyeron de las orillas del agonizante mar de Aral. En las últimas dos décadas, el tema de las grandes presas enfrenta, por un lado, a los más destacados expertos en ecología y centenares de ONG internacionales y, por el otro, a una coalición de grandes empresas nacionales y multinacionales de la construcción, a técnicos y tecnócratas de grandes instituciones internacionales y gobiernos.
Los primeros denuncian los graves daños causados a los ecosistemas por estas presas ; los segundos insisten en que sin ellas la situación de muchos países sería aún más catastróficas.
La movilización ecológica cada vez más masiva impidió la construcción de varias presas en Filipinas, Hungría y la India. En Estados Unidos, se ha logrado, incluso, la destrucción de unas 150 pequeñas presas consideradas como nocivas.
En el siglo XX, se construyeron 800mil presas, 45mil de las cuales rebasan 15 metros de altura. Un centenar de ellas son aún más grandes. La mayoría de estas presas se encuentran en China, Estados Unidos, Japón, India y en la ex URSS y permitieron “domar” 60% de los ríos del mundo.
Los objetivos de los ecologistas son sobre todo las presas grandes y colosales.
Las acusan de muchos males: aumentarían el recalentamiento del planeta. Las enormes masas de agua albergadas al aire libre generarían todo tipo de contaminación y epidemias, y participarían en el enrarecimiento del agua dulce.
Los ecologistas calculan que cada año se evaporan 170 kilogramos cúbicos de estas aguas retenidas por las grandes presas. “Eso equivale a la décima parte del volumen de agua utilizada para las principales actividades humanas “, insisten Barlow y Clake.
El enfrentamiento cada vez más fuerte entre ambas partes obligó al Banco Mundial y a la Unión Mundial por la Naturaleza (integrada por unas mil ONG y organismos públicos de defensa del medio ambiente) a izar Banderas blancas. Se reunieron en la ciudad de Gland (Suiza) en 1997.
De ese acuerdo nació, un año más tarde, la Comisión Mundial sobre las Presas (CMP) , que creó un comité independiente encargado de estudiar a nivel mundial el papel que juegan las presas en el desarrollo y elaborar soluciones para sustituirlas. Sin embargo, la CMP no puede intervenir como mediador ni árbitro en los múltiples conflictos generados actualmente en el mundo por las presas.
La opinión de los expertos es unánime: l deforestación y desecación de los pantanos y ciénagas en todo el planeta perturbaron profundamente el ecosistema mundial y jugaron un papel importante en la crisis actual del agua. El mismo efecto desestabilizador ha traído consigo la urbanización galopante que afecta a todo el orbe, así como el calentamiento global causado por gases con gases con afecto invernadero.
Barlow y Clarke insiste: “los expertos del Hadley Center, reputado organismo científico británico, están convencidos de que en el año 2050 el cambio climático habrá convertido en desierto a casi toda la cuenca del Río Amazonas. Las previsiones de Nigel Arnell de la Universidad de Southampton (Gran Bretaña) son muy sombrías: a mediados del siglo XXI, el Recalentamiento del planeta privará de agua a 66 millones de personas más de las que actualmente no tienen acceso a ella, y otros 170 millones padecerán graves penurias”.
Los abusos de la irrigación perpetrados en el mundo también son responsables de la escasez del agua. Actualmente, se calcula que la agricultura absorbe 73% del agua dulce del planeta, la industria 21% y el consumo privado 6%.
Sandra Postel experta de la ONG Global Water Policy Project analizó todos los métodos de irrigación utilizados a lo largo de la historia en todo el mundo. Llegó a la conclusión de que si a corto plazo la irrigación intensiva alimenta a millones de personas, a mediano plazo ocasiona desastres.
Toda el agua contiene sal; si su drenaje es inadecuado – lo que ocurre casi siempre – el agua deja residuos salinos que se van acumulando y no tardan en impedir cualquier cultivo. La salinización de las tierras agrícolas está causando estragos en China India Pakistán, Asia Central y Estados Unidos el fenómeno volvió ya improductiva la quinta parte de las tierras cultivables del planeta.
De acuerdo con la especialista en 1800 las tierras irrigadas ocupaban una superficie de 8 millones de hectáreas en el mundo hoy cubren 240 millones de hectáreas. La humanidad obtienen 40% de su alimentación de estas tierras irrigadas, pero ese método de cultivo agota los mantos acuíferos.
Según un informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) mil millones de seres humanos viven ahora en Zonas áridas en las cuales las tierras sobreexplotadas dejaron de ser productivas. La desertificación abarca casi 4 mil millones en el mundo en más de 100 países la situación va de mal en peor.
La irrigación acabo con el lago Chad, una de las últimas grandes “masas de agua” de África Central, el cual quedo reducido a 10% del volumen que tenía en 1960. En 1999, el río Zayandeh Roud, en el norte de Irán, se quedó sin agua debido a la irrigación intensiva.
Pero el caso más doloroso es el del mar de Aral, en la parte asiática de la ex Unión Soviética. Esa laguna salada. Antaño la carta más importante del mundo – estaba por los ríos Amu. Daria y Sir Dari. Los dirigentes soviéticos decidieron desviar el agua de estos ríos para irrigar los llanos de Asia central y los de Uzbekistán y Takistán. Entre 1940 y 1980 “gracias” a estas obras faraónicas, la Unión Soviética convirtió en el segundo productor 1 mundial de algodón.
Y el balance es terrible: el mar de Aral perdió 80% de su volumen de agua y el 20% que resta es 10 veces más salado que a principio del siglo XX. Desaparecieron peces y aves acuáticas. La industria de la pesca se derrumbó. Cada año el viento mueve entre 40 y 150 millones de toneladas de polvo salado que cae en los escasos cultivos que aún permanecen en la región. Millones de personas huyeron de las orillas del agonizante mar de Aral. En las últimas dos décadas, el tema de las grandes presas enfrenta, por un lado, a los más destacados expertos en ecología y centenares de ONG internacionales y, por el otro, a una coalición de grandes empresas nacionales y multinacionales de la construcción, a técnicos y tecnócratas de grandes instituciones internacionales y gobiernos.
Los primeros denuncian los graves daños causados a los ecosistemas por estas presas ; los segundos insisten en que sin ellas la situación de muchos países sería aún más catastróficas.
La movilización ecológica cada vez más masiva impidió la construcción de varias presas en Filipinas, Hungría y la India. En Estados Unidos, se ha logrado, incluso, la destrucción de unas 150 pequeñas presas consideradas como nocivas.
En el siglo XX, se construyeron 800mil presas, 45mil de las cuales rebasan 15 metros de altura. Un centenar de ellas son aún más grandes. La mayoría de estas presas se encuentran en China, Estados Unidos, Japón, India y en la ex URSS y permitieron “domar” 60% de los ríos del mundo.
Los objetivos de los ecologistas son sobre todo las presas grandes y colosales.
Las acusan de muchos males: aumentarían el recalentamiento del planeta. Las enormes masas de agua albergadas al aire libre generarían todo tipo de contaminación y epidemias, y participarían en el enrarecimiento del agua dulce.
Los ecologistas calculan que cada año se evaporan 170 kilogramos cúbicos de estas aguas retenidas por las grandes presas. “Eso equivale a la décima parte del volumen de agua utilizada para las principales actividades humanas “, insisten Barlow y Clake.
El enfrentamiento cada vez más fuerte entre ambas partes obligó al Banco Mundial y a la Unión Mundial por la Naturaleza (integrada por unas mil ONG y organismos públicos de defensa del medio ambiente) a izar Banderas blancas. Se reunieron en la ciudad de Gland (Suiza) en 1997.
De ese acuerdo nació, un año más tarde, la Comisión Mundial sobre las Presas (CMP) , que creó un comité independiente encargado de estudiar a nivel mundial el papel que juegan las presas en el desarrollo y elaborar soluciones para sustituirlas. Sin embargo, la CMP no puede intervenir como mediador ni árbitro en los múltiples conflictos generados actualmente en el mundo por las presas.
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